martes, 27 de noviembre de 2007

Un verdad muy incómoda


JOSE MANUEL ARECES

Explicaba recientemente Jesús Cacho en su Confidencial, que según asevera de buena tinta, el periodista Antonio Casado, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero está convencido de que la inmensa mayoría de los españoles por encima de los 47 años, están anclados en el pasado y no entienden nada de lo que está ocurriendo, no captan su política de hombre de Estado: “Sois de otra generación”, suele asegurar el ocupa monclovita. Zapatero, por tanto, se erige en adalid de la postmodernidad, realmente está encantado de conocerse a sí mismo y ciertamente se cree todo lo que dice. Pensamiento Alicia en estado puro, tal y como lo definió el filósofo Gustavo Bueno.

Zapatero se ve inmerso en la titánica labor de construir una verdad a medida, y para que esta verdad se haga realidad, debe asimilarla el común de los mortales. Desde luego Stalin y Mao estarán dando palmas con las orejas en sus tumbas. Se entiende el cariño que une a nuestro presidente con personajes internacionales de la talla de Cháves, Evo Morales, Castro o Kitchner, vamos, la flor y nata de la democracia en América latina.

Zapatero como buen izquierdista cutre de provincias tira de los arquetipos más bufos y carcas de la izquierda para construir su paraíso terrenal, su mundo feliz, el otro lado del espejo. El problema es que esos experimentos cuando salen de la sala de estar, o del laboratorio y se aplican a la población generan desgracia, sangre, sufrimiento y violencia. Estamos en una democracia, en la cual se respeta el pensamiento diverso y libre, lo cual es un obstáculo contra el pensamiento único que nos pretenden imponer.

Si nos alejamos un par de pasos del lenguaje vacuo del presidente, de sus brindis al sol con la paz, el amor, la alianza de civilizaciones, si nos alejamos digo, comenzamos a olfatear el tufillo totalitario de sus ambiciones reformistas. Dos leyes que nos pretenden vender como justas, demócratas y progresistas escenifican la maldad del sistema, del régimen de pensamiento único, en el que pretenden introducir a la totalidad de la sociedad, uniformándonos y empaquetándonos como perfectos votantes del partido hoy gobernante.

Para que el nuevo régimen prospere hay que cumplir dos requisitos: eliminar el pasado incómodo, borrar los libros de historia, acabar con la memoria incómoda y forjar un nuevo futuro. Cualquier régimen totalitario de manual ha actuado siempre de esta manera, después sigue eliminar a los disidentes, beneficiar a los aliados y llevar al redil a los indecisos, para esto otra gran estadista hispano-americano, el panameño Eduardo Noriega tenía un lema infalible: “Al amigo plata, al indeciso palo, y al enemigo plomo”.

Estos gestos autoritarios los vemos aplicar en mayor o menor medida por parte de nuestros “aliados” cubanos o venezolanos. En el caso español las palabras paz, amor, disfrazan las amenazas a la libertad, una sonrisa, el talante, avalan la España serena que deseaba hace pocos días Zapatero en uno de sus momentos de éxtasis mitinero. En la Alemania nazi se quemaban los libros de autores malditos, aquí para eliminar la historia incómoda, pero cierta, se tirarán por ley placas, escudos y reseñas del antiguo régimen. El objetivo, crear una memoria histórica cómoda, políticamente correcta. En breve un niño o niña españoles a preguntas sobre quien inventó las viviendas de protección oficial o la seguridad social, te dirá que Zapatero, o lo más lejano, Felipe González, así los legados del franquismo como el estado de bienestar, la propia monarquía, o la transición se irán borrando levemente de nuestra memoria colectiva, sobre la que se irá construyendo por obra y arte de los medios de comunicación fieles, el ministerio de educación y los martillos neumáticos la nueva verdad. La España serena, la España mansa y borreguil.

Por todo esto me parecen terribles las palabras con las que iniciaba este artículo, los mayores de 47 años (entre los cuales tengo la fortuna de no encontrarme) parece que incomodan al presidente porque no le entienden, en realidad somos muchos más. Miedo me da, ¿como trabajará nuestras mentes?, ¿con plata, con palo o será plomo tal vez?. En este país hay personas dispuestas a cantar la traviata por una subvención o un puesto cómodo, fáciles de acoplarse a lo que el poder dicte, los oportunistas siempre llegaron alto en esta tierra. Me preocupa el destino de los que tienen memoria, de los que han leído, de los que somos críticos, de todos los que no vayan a aceptar por las buenas la verdad que se impone. Según mis cuentas somos al menos diez millones.

Los efectos sobre los jóvenes mediante una educación selectiva de todos son conocidos, bastaron veinticinco años de democracia para que las escuelas vascas y catalanas produjeran una falange de reaccionarios e iletrados militantes nacionalistas, ahora se pretende aplicar la misma experiencia a gran escala, el principio es la asignatura para la educación de la ciudadanía. Podrá parecer que la brusquedad de mis argumentos pintan un cuadro como diría Pepiño -apocalitico-, pero lo mismo ocurrió con aquel niño inocente que señalaba con el dedo la evidencia de que el rey estaba desnudo. La verdad por evidente que sea puede no ser vista si no es aceptada, todo resulta ser según el cristal con el que se mire, y a los españoles nos ha puesto un cristal de color de rosa para ver como nos hurtan la realidad evidente ante nuestros ojos, es la magia de la realidad impuesta por los medios de comunicación, el clientelismo, los libros de texto amañados y las amenazas que se ciernen, que ya están aquí, para aquellos que no demos nuestra cerviz a torcer.

Esta es la auténtica verdad incómoda, bueno incomoda para algunos, porque otros estamos más que incómodos al ver como hurtan de nuestras manos las capacidad de decidir nuestro futuro, de forjar nuestro hoy, y sobre todo de recordar nuestro ayer. La persecución ha comenzado, primero son los símbolos, después serán los libros, más tarde las personas. Recordemos los célebres versos del reverendo Martin Niemöller sobre los nazis y la sociedad del momento:

Primero fueron a por los judíos,
y yo no hablé porque no era judío.
Después fueron a por los comunistas,
y yo no hablé porque no era comunista.
Después fueron a por los católicos,
y yo no hablé porque era protestante.
Después fueron a por mí,
y para entonces ya no quedaba nadie que hablara por mí.

Como muestra un botón, entre el lector en el enlace que sigue y observará como se persigue pública e impunemente la arqueología, los símbolos de todo aquello que pueda ser incómodo al nuevo régimen:
http://www.foroporlamemoria.info/

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