sábado, 17 de enero de 2009

Ventajas que extraer de esta crisis


JOSE MANUEL ARECES.-
Los efectos de la tan cacareada crisis han comenzado a instalarse en nuestras vidas, nos acompañan a tomar el café de la mañana, nos saludan en las noticias del día, se emboscan tras el precio de los alimentos, el recibo de la luz, y en muchos casos, nos llevan a pasar largos ratos a la cada vez más gruesa cola del paro. Me van a permitir que por una vez pugne por escapar de esta sensación universal, de temor y depresión colectivas, hoy voy a mostrarme optimista.

Probablemente se deba a que uno ha sufrido unas cuantas crisis, propias y ajenas, por lo que hemos aprendido a controlar el miedo, al phobos que los griegos-espartanos aprendían desde niños a dominar, para presentar batalla. En la lengua de la china, de cultura milenaria, la palabra crisis es ambigua, significa riesgo y oportunidad; hoy quiero hablarles de oportunidades.

Atrás han quedado los artículos que uno mismo, modestamente, y otros más dignamente, hemos publicado en los dos últimos años avisando, a quien quisiera escuchar, que vivíamos tiempos de fingido esplendor, rodeados por el oropel de una prosperidad vana e irreal. Se ha advertido a un gobierno sordo, loco, e irresponsable: cuasi suicida, que se actuara urgentemente, que esto iba a estallar. Hemos señalado por activa y por pasiva, la larga marcha cuesta abajo, y a velocidades de espanto, hacia un abismo en el que ya nos estamos instalando, nada se pude hacer ahora por evitarlo. Pensemos por tanto en cómo salir del abismo, porque señores, de todo se sale en esta vida, simplemente es una cuestión de actitud y enfoque, de esfuerzo colectivo en individual. Como en la parábola del burro que cayó en un pozo, solo hay dos opciones: dejarse enterrar con la tierra, que a paladas te lanza tu amo, o sacudírtela, e ir ascendiendo poco a poco sobre ella, para recuperar la libertad.
La crisis se ha instalado en nuestras vidas, esto es un hecho tozudo e irrefutable, nada podemos hacer por evitar su llegada, ni tan siquiera valen lamentos, hay que afrontar la realidad y estar prestos a desafiarla, a sacar lo mejor que nos trae, y cambiar las cosas para que no se vuelva a repetir por un largo tiempo. Se precisa del esfuerzo colectivo, porque en estas hemos fallado colectivamente, tanto este gobierno radical e iluso, como una banca irresponsable e incompetente, un estado de las autonomías insostenible para nuestros bolsillos, peonadas, prejubilaciones multimillonarias, precios de escándalo en la vivienda, admitidos por un mercado iluso, que creía que vivíamos en un país rico, gastos personales y familiares dignos, de no ya de una clase media, sino de un opulento Craso, y tantas cosas más. Hemos vivido en una fábula, las recientes décadas de fingida prosperidad en este país de tamaño medio, nada de la octava potencial mundial, han potenciado y multiplicado todos y cada uno de nuestros defectos estructurales, han aumentado el tamaño de nuestras fallas, y en ello hemos colaborado todos y cada uno de nosotros.
España, desde la entrada en la UE, se ha creído de repente parte de la primera división, y como le ha pasado a cualquier modesto equipo de futbol que llega a tales posiciones, si no cuenta con la infraestructura, los jugadores, y la financiación necesaria, no dura más que una temporada, como mucho dos. Así ha sucedido, no hemos trabajado por mejorar, por innovar, por aprovechar los fondos estructurales y de cohesión de la UE, no hemos luchado por mejorar nuestra balanza comercial, hemos sustentado nuestra riqueza sobre legiones de mileuristas, de inmigrantes, hemos renunciado a determinados empleos para nuestros hijos, hemos derrochado a manos llenas, como posesos, gastando imprescindibles fondos públicos en cursos de formación inútiles, en fuentes con chorrito y jardines de diseño, árboles de navidad de Ágata Ruíz de la Prada, en crear cientos de polígonos industriales vacíos, en vanidad, y lo peor , es que esta euforia nos ha hecho egoístas, desmedidos, y fanfarrones. Más de uno de los lectores puedan enfadarse, pero créanme este ejercicio lo he repetido una y otra vez conmigo mismo, he precisado de él para acordarme de quien soy, en donde vivo, y así poder extraer soluciones que me sirvan para encarar el futuro de manera exitosa. Se precisa un ejercicio de autocrítica para volver a la realidad, medir nuestras verdaderas fuerzas, asumir los errores, y fijar una estrategia de vida nueva.

Las crisis nos traen lo mejor y lo peor de nosotros, y de nuestra actitud depende escoger. Lo peor de nosotros lo hemos señalado anteriormente: hemos vivido un dulce espejismo, pero como dice el refrán, más dura será la caída. En estos momentos solo nos queda levantarnos, actuar con juicio y ponderación, no dejarnos llevar por la depresión y actuar. La crisis nos va a obligar a vivir modestamente, a mirar con ponderación cada euro que empleemos, a sentir el peso de la responsabilidad sobre cada uno de nuestros actos, esto es muy bueno, porque esta vuelta a la realidad nos hará mejores. Precisamos de los únicos valores que nos pueden salvar, aquellos precisamente que dejamos de lado con una sonrisa, en la anterior y loca belle époque de prosperidad insensata.

Claro está que este cambio ha de ser colectivo, y en nada nos beneficia este gobierno que aún metidos en un hoyo, nos quiere enterrar aún más gastando a manos llenas en unas inútiles, corruptas, y carísimas autonomías, para satisfacer las demandas de otros políticos igualmente manirrotos en su mayoría, derrochando los imprescindibles créditos para familias y empresas (dinero nuestro) en sacar del problema a la Banca que lo ha generado, y ese dinero no está fluyendo a nuestros bolsillos. Nos van a crujir a impuestos, cuando justamente precisamos lo contrario para poder ascender esta larga cuesta. De poco sirve que seamos responsables con nuestro erario personal, cuando el colectivo, sigue en manos de los irresponsables que nos han traído a esta deriva. La sociedad debe actuar en dos direcciones, en lo personal transformarse retornar a los valores que nos permitan llevar una vida próspera, que no onerosa, y de otra debemos exigir los valores de la sociedad en nuestros políticos, pues estos han de ser fiel reflejo de nosotros, al contrario de lo que ha sucedido en las últimas décadas, cuando ellos mismos con nuestra aquiescencia, han marcado el ritmo a la sociedad. Se precisa por tanto un cambio radical, ante el embate de lo que tenemos encima solo queda formar en cuadro, apretar los dientes y los pies al suelo, mirar a los ojos al futuro, y actuar con decisión.

Los valores de libertad individual, buen juicio, sacrificio, responsabilidad, solidaridad bien entendida, una cierta valentía, compromiso en lo político, patriotismo realista, ahorro, moderación en el gasto, amor por la verdad y honradez; son precisos para salir adelante, y aquel que juzgue todo esto con ironía y cinismo, no va a lograr otra cosa que hacerse con un dudoso patrimonio, que la cruda realidad nos ha demostrado a donde lleva. Seamos mejores para vivir mejor; es el lema de la nueva vida, de la nueva sociedad que precisamos.

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