domingo, 25 de mayo de 2008

Soberanía ¿popular?


JOSE MANUEL ARECES

El
25 de mayo se celebra en Asturias, casi de sordina, el bicentenario de la constitución de la Junta General del Principado. Es una fecha señalada para Asturias y toda España, pues se trata de la primera Junta de gobierno en constituirse tras el 2 de mayo de 1808, y por aclamación popular. Pocos hemos sido los que hemos acudido a la sala capitular de la catedral de Oviedo, donde entre esos muros milenarios se forjó una vez más una nación, primero fue en Covadonga, entre cuevas y bosques, siglos después los Asturianos, una vez más llevados por el orgullo patrio, y la vergüenza torera, llevaron a cabo la proclamación de la Junta Suprema de Asturias aquel 25 de mayo, cuando, entre otras resoluciones, se proclamó la soberanía de dicha Junta y se declaró formalmente la guerra al invasor francés. Así una vez más, los asturianos fueron los primeros en tomar esta decisión de forma oficial en todo el país, aunque los enfrentamientos armados ya se habían iniciado semanas atrás.

El filósofo Gustavo Bueno tan certero como siempre, trajo a colación una cuestión que ya lleva días rondándome la cabeza pero por otras cuestiones de actualidad, Bueno nos explicaba, a los reunidos en ese lugar histórico, que muy en contra de lo que algunos políticos e historiadores hoy manifiestan, que España no basó el alzamiento y la posterior constitución de Cádiz, donde en ambos casos actúa la soberanía popular, en las ideas ilustradas francesas, muy al contrario, ya antes distintos escolásticos reflexionaban y aducían que la soberanía viene de Dios, la duda estaba en si se la entregaba al Rey o al pueblo. Los sucesos de mayo de 1808 vinieron a demostrar quien era el verdadero depositario de dicha soberanía: el pueblo, que fue precisamente el que tomó las armas por la honra perdida de nobles y militares, y se dirigió de frente al Francés, sin pensar en consecuencias ni pérdidas, era cuestión de salvar el honor nacional, y solo la nación puede salvaguardar dicho honor, por ser propio.

Como decía me vino a la cabeza en el instante la algarada formada en torno al Partido Popular, pues llevamos días, con una disputa entre afiliados y dirigentes a cuenta de las tan traídas primarias. Así, el aparato del partido se arroga la propiedad de la soberanía de la formación política resguardándose en estatutos, compromisarios elegidos a dedo por el propio aparato, la tradición, los supuestos fracasos del PSOE y cualquier excusa que pueda venir bien para evitar enfrentar el debate. Los grupos de poder del partido constituidos por profesionales que viven a cuenta del esfuerzo y los votos de los afiliados no son, por mucho que lo ejerzan, depositarios de la soberanía, ni tan siquiera lo es la Junta Directiva Nacional. El partido popular es sus gentes, sus afiliados, 700.000 almas largas y fieles a unas ideas, por tanto la soberanía reside en ellos. Si desnudamos a cualquier notable o cargo público de sus poderes, solo queda un afiliado, nada más y nada menos.

Dicho esto no queda duda alguna que por ello las primarias son necesarias, dado que los afiliados tienen en si la soberanía del partido, como los españoles tienen la soberanía de la nación, y así lo expresan mediante sufragio universal ante las urnas. ¿Cómo no han de ser entonces los afiliados del partido popular si aúnan, por un lado la soberanía nacional en una parte, y la del partido en otra, los que elegían de forma directa a sus dirigentes?.

El argumento de los dirigentes del partido no se sostiene por tanto, y si realmente desean estar avalados por la credibilidad de la aclamación de las bases, han de someterse a estas en libre competición. El recurso a la fácil excusa de compromisarios y cientos de avales amañados por las territoriales, pesa menos que la palabra de Zapatero el trolero.

Si Rajoy tiene lo que dice tener, que se presente a unas primarias frente a quien quiera con el competir, y que de igual modo suceda en todas las regiones y localidades de España. Porque entonces el resultado que salga tendrá el respeto de todos a una. Blanco y en botella.

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