lunes, 9 de junio de 2008

La papelina de Ibarreche


JOSE MANUEL ARECES

El pasado viernes, durante una sesión del parlamento en Vitoria, el diputado vasco Santiago Abascal tuvo la gallardía, y la vergüenza torera, de tomar la papelina del referéndum de Ibarreche y rasgarla de arriba abajo como el que abre un cerdo en San Martín.

Digo la papelina, y no la papeleta, porque es patente el colocón que manifiesta la banda del PNV, con el referéndum secesionista que ya amenazan llevar a las urnas.

Ibarreche ya tiene diseñada la papelina, como también tiene diseñado su plan. Y es que todo esto que estamos viviendo unos pocos con espanto, y muchos sin enterarse, adormilados en esta siesta nacional en la que les ha instalado Zapatero, es el producto de una conspiración nacida hace ya 30 años y que paso a paso ha venido calando en la sociedad española como el fino Orbayo. La táctica del sirimiri, que diría fray Arzallus, no molesta pero cala, y así está España, calada hasta los huesos con un problemón que nos viene amenazando mientras los políticos de los grandes partidos nacionales miran a Estambul y silban el chiki chiki.

La internacional secesionista, formada por gallegos, vascos y catalanes viene desarrollando sus planes desde que un buen día, los loados padres de la constitución convinieron, por bien de la convivencia, aceptar unas aspiraciones falsarias, unas diferencias menos ciertas y una sensibilidad nada solidaria con el resto del personal. 30 años desafiando a la ley y el orden, maquinando demandas fuera de toda ortodoxia, y apretando las tuercas a los partidos constitucionalistas y la nación en pleno. Ese es el resumen de estos años de paz y fiesta nacional-ista. Ya lo decía la semana pasada el bueno de Vidal Quadras; hemos llegado a un punto en el que no queda más que dar, porque la despensa está vacía, y solo quedan las llaves de la finca.

La política de apaciguamiento hace más fuerte al agresor, y nuestros gobernantes de plastilina no lo han entendido jamás. Hora es de dar un puñetazo, colocar las gónadas nacionales sobre el bancal, y gritar bien alto ¡Basta ya!. La cosa está así de fea, porque tanta cesión esta logrando que se le inflen las narices al respetable y esto, como decía Aznar: termina en balcanización. Ante ese envite aún estamos a tiempo de hacer algo, y es meter la marcha atrás, decir que donde digo digo, dije Diego y dejar a la moráima nacionalista tarumba, amordazada, vencida y desarmada.

Voces ilustres y con peso en el patio nacional ya han lanzado la voz de alarma, y han dado un paso al frente. Hay lanzadas un par de propuestas de reforma constitucional y de la ley electoral, pero el problema es que ese mismo par le falten a Marianin el flojo y Pepe Luís el sonrisas, llegado el momento, y mucho me temo, que tiren por la tradicional política tan nuestra de esconder la cerviz bajo el ala y tirar de la chequera de todos los españoles.

El problema es que nuestros gobernantes solo conocen al pueblo español por la bis de la comodidad, el amor por el fin de semana en el chalete, y el panem et circenses. Deberían leer los libros que aún cuentan nuestra verdadera historia, porque está escrito que en esta piel de toro, cuando al respetable se le sube la sangre por encima de los coberjones, se nos nubla la vista, y perdemos el respeto por el vecino: la cosa termina en sangría, destripe de marranos y mucho olor a pólvora. Así está escrito.

Por ello me alegro que Santi Abascal despanzurrara la papelina de Ibarreche, aunque los que luego se rasgaran las vestiduras fueran los del PNV. Me han dicho fuentes bien informadas, que a Patxi López, lo que se le rasgaron fueron los calzones, al parecer de la impresión.

Abascal simplemente ha hecho con sus manos lo que millones de españoles hubiéramos hecho con las nuestras. Esa papelina rasgada salva por unos instantes la humillación nacional. Ruego a los padres de la patria que antes de que llegue el momento de rasgar tripas de nacionalistas y banderas euskaldunas, pongan un poco de orden y sentido común, porque si no esto termina en noche toledana, marimorena, auto de fe españolista y hogueraza que te crió.

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