domingo, 9 de enero de 2011

Política canalla




JOSE MANUEL ARECES DE ÁVILA.- Editor Periódico Liberal, El Reformista

Decía el fallecido maestro Delibes que para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad. Hay tal falta de honra y caballerosidad en el mundillo de lo político que ni tan siquiera las navidades permiten una tregua en medio de la batalla.

La semana ha estado plagada de conflictos artificiales y reales. De una parte el culebrón Cascos ha dado juego, y seguirá dando mucho de sí. Los medios de comunicación afines al pensamiento único hacen todo lo posible por dar juego y dividir el voto del centro derecha, y los medios de la acera contraria castigan al ex vicepresidente y se alinean con las tesis oficialistas de Génova.

La derecha española siempre ha sido paradójicamentecainita, cuando sus votantes son todas personas muy respetables, defensores del orden, la libertad y la democracia, pero sin embargo sus dirigentes tienen una tendencia obsesiva a contestar a esta forma de ver la vida con el monolitismo y la ausencia de democracia interna propias de la izquierda más cavernaria. Se dice que cada cual copia lo peor del contrario, y así en Génova parecen cada día más el bunker de Ferraz, que el faro de libertad y transparencia, que por coherencia ideológica, debería guiar al Partido Popular. La realidad es que lo de la política española no se trata de una batalla ideológica por el bien de la nación, sino una pelea de gallos por el control interno y externo del corral. La política en España de ser algo noble se ha convertido en una forma de vida, como decía al inicio Delibes para los que no tienen nada, ni en el bolsillo, ni en la mollera, y añado, en el corazón. Los partidos se han convertido en empresas, en marcas, como reconocía recientemente la flamante candidata por designación digital de Rajoy, esa gran desconocida llamada Isabel Pérez Espinosa, “nadie está por encima del partido”. Lo que cuenta no son las ideas, ni el debate, ni los ciudadanos, ni la ley, porque fuera del partido no hay vida. Escuchando estas declaraciones uno se pregunta si la que habla es Leire Pajín, Carmen Calvo o Maleni, parece que estemos ante los restos del partido comunista tercera asamblea. La política de marcas que sufrimos en este país se resume en que no cuentan las personas o los valores, las propuestas o los programas, porque todo esto solo es humo y sombras. Esta gran mentira no solo se la creen los profesionales de la política, sino que pretenden sin rubor que la creamos a pies juntillas el común de los mortales. Pero algunos no comulgamos con ruedas de molino, y menos de semejante tamaño, más que nada porque no hay almax suficiente para tragar tal especie: En la política cuentan las personas, son imprescindibles los programas y las ideas, y la construcción de una marca no es garantía de buen gobierno, mucho menos cuando de esa marca, que supuestamente representa a unas ideas determinadas, se apropian unos adelantados carentes por completo de principios.

Para los políticos españoles el partido, es fuente de vida, seguro de jubilación, hogar y pesebre. Lo que ocurre es que la palabra partido se difumina mucho respecto a su origen. El partido o facción, los que toman partido o postura, los que se agrupan en torno a una idea, es una comunidad, el libre ayuntamiento de un grupo de ciudadanos entorno a unas ideas, a una forma de ver la vida y con el propósito de llevarla a cabo por el bien común. Pero en la actual filosofía de partido, los ciudadanos militantes no cuentan, como diría Ibiza Melían, todo se resuelve entre los strong mayor, los caciques de turno, el aparato. Nadie sabe exactamente como llega alguien al cargo de apparatchik, pero desde luego sabemos que no se hace mediante mecanismos democráticos, por elección directa de los afiliados y en libre competencia con otros candidatos.

Estando así las cosas leemos en la prensa, esta misma semana, que el otro gran aparato o marca, el del PSOE, quiere expulsar a Antoni Asunción del partido por ser un rebelde que tuvo la osadía de plantarse ante el candidato oficialista en unas primarias que nunca llegaron a ser, por ciertos oscuros manejos con los avales. Ustedes me dirán, si no descubren cierto paralelismo en las formas y usos de ambas formaciones. Para un liberal desde luego esto resulta, no ya intolerable, sino una muestra evidente de la poca calidad que podemos esperar en el gobierno, llegue quien llegue, cuando en origen los partidos no se ventilan y renuevan con sangre e ideas frescas. El juanpalomeo de las cúpulas y los aparatos solo deriva en endogamia, mediocridad consanguínea y una garantía absoluta de divorcio con la sociedad. Treinta años de consanguinidad en los partidos políticos han derivado en personajes de la calidad de Zapatero o Mariano Rajoy, así nos va. Cuando los ciudadanos no tienen libre acceso, en igualdad de oportunidades, por la vía de los partidos políticos, para ofrecer un tiempo de sus vidas a la cosa pública, comienza degenerarse la calidad de la vida democrática y en consecuencia de la gobernanza, de esta manera el deterioro del buen gobierno está más que asegurado.

Puede que a muchos espectadores y oyentes, estos rifirrafes les resulten tan entretenidos como el espectáculo bochornoso que ofrecen los protagonistas de la prensa rosa, de hecho parece que ambos submundos, no solo se tocan, sino que se entremezclan. Pero la política en democracia es una cosa muy seria que no puede estar en manos de unos pocos, máxime cuando la ejercen segundones. Recuerdo con sonrojo el lamentable espectáculo ofrecido por Rajoy al deshacerse de un hombre tan válido para esta nación como Manuel Pizarro. Tras haber aprovechado el tirón personal de la candidatura del aragonés, Mariano, ni corto ni perezoso, se deshizo de él, tras ningunearle un tiempo y le dejó más tirado que a una colilla. Cuando pasan cosas así, es que algo va verdaderamente muy mal. Los mediocres, por principio no pueden admitir en su entorno a nadie que les pueda hacer sombra, aquí no cuenta el bien público, sino la supervivencia en el machito. Solo los palmeros, los pelotilleros y los fans son admitidos en el círculo del poder, cualquiera que represente una amenaza por su valía está destinado al ostracismo, el insulto y la muerte civil.

Por ello no debemos sorprendernos ante las viscerales y obscenas reacciones de los profesionales de la política cuando ven su poltrona amenazada, como ha sido el caso del sainete de insultos y desprecios sufridos por Cascos hasta el momento de su abandono. Cuando se trata de defender poder, sueldo y privilegios, nuestros prohombres se muestran públicamente como canallas, verduleras, quinquis, rufianes, destripaterrones, lindos, y toda la ralea de los más bajos fondos. Porque al final la política en España no es otra cosa que el arte de la pelea más sucia, por los medios más bajos para el logro de fines más particulares, y en esa guerra todo vale. Aviados estamos.

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