viernes, 19 de diciembre de 2008

Cuestión de confianza


JOSE MANUEL ARECES
Uno no es precisamente un experto en economía, ese terreno, salvando los conocimientos básicos, siempre me pareció cosa de brujos. Nunca logré entender, por más que se me explicaba, por qué una empresa que cotiza en bolsa pega un bajón, en un momento determinado, a pesar que continúa vendiendo, produciendo productos, y obteniendo beneficios. De repente a algún especulador le da por pulsar el botón del pánico, y en ese mismo día, la empresa en cuestión, a pesar de estar como siempre, se va al garete.

Dicen que la economía es una cuestión de confianza, pues mire usted, ¡para eso no hay que ser un mago!, todo es cuestión de confianza en la vida, de fe, diría yo. De ser las cosas de esta manera, la economía es como la política, es una cuestión de confianza, así un partido político, para ganar las elecciones, debe obtener la confianza de sus electores para llevar a cabo su programa de gobierno. Bien, esa es la teoría de la confianza, lo curioso es que a la vista de la realidad diaria, más bien creo, que la política y la economía se basan en la mentira, en el oscurantismo, y en desafiar, no ya permanentemente la confianza del público, sino su ignorancia.
Los políticos del mundo mundial, especialmente los españoles coinciden en creer firmemente que los ciudadanos son tontos e ignorantes, y por ello prefieren ocultar la verdad y decir a todos lo que quieren oír, muy a pesar de que posteriormente harán los que más les convenga. Con esto de la crisis económica encontramos un ejemplo palmario; el presidente Zapatero firme en sus convicciones, se niega permanentemente en explicar la situación crudamente a la población. Zapatero permanentemente lanza mensajes de confianza en el futuro, dignos del ingenuo que nunca fue, soslaya constantemente la cruda realidad, y por supuesto no ofrece ninguna receta sólida más allá de los argumentos melifluos y sentimentales. Pienso yo que el personal, acostumbrados día tras día a levantar España, a tratar con bancos, a pagar recibos, alimentar hijos, educarlos, es decir; a comportarnos como ciudadanos responsables, merecemos para obtener nuestra confianza la verdad desnuda ,y las soluciones, las haya o no, pero bien claras. La confianza se genera con la verdad cristalina, lo que estamos viviendo es promover la ignorancia y la mansedumbre a cambio de palabras. Los economistas y banqueros actúan más o menos como los gobiernos, desde sus despachos emiten mensajes crípticos y vacíos, considerando que mantener a la clientela en la oscuridad es la mejor de las políticas. Por tanto yo les digo una cosa, esto no es ni economía, ni política, simplemente es la filosofía impuesta del engaño como medio para mantenerse en lo alto del tablao, es el producto evidente de la ignorancia elitista, y que siempre tiene el mismo fin, errores que se podían haber evitado en caso de haber practicado una política de transparencia y CONFIANZA. Sí, la confianza es algo mutuo, si tú me la pides ha de dármela también, como los buenos negocios es un proceso de intercambio satisfactorio para ambas partes. Un banquero no confía en su cliente a la hora de conceder un préstamo y pide garantías leoninas, sin embargo ruega confianza ciega en su gestión. Del mismo modo el político pide confianza, sin mostrarla en el elector, y acude al engaño permanente.

Propongo, como parte de la solución a esta crisis, un cambio estructural, de acuerdo que no soy economista, pero a la vista de la que han liado poco podemos confiar en su sabiduría y valor. Como digo, creo que parte de la salida al problema se encuentra en generar un nuevo modelo de relaciones, que más allá del marketing y la palabrería barata y falsa, se base en generar relaciones de confianza ciertas, basadas en la verdad, en la sinceridad. Entiendo que esta propuesta es una revolución, dado que en la práctica supone transformar completamente la mentalidad de los dirigentes políticos y económicos, de las relaciones mercantiles, de las propias relaciones con la polis. Propongo que el supuesto papel decisorio que nos corresponde como consumidores y ciudadanos, sea respetado desde las grandes instancias de manera real, y no solo en apariencia. Se precisa de un nuevo código de relaciones, y que este sea respetado vehementemente.

Pienso que esta renovación en las relaciones, fundamentadas en el respeto mutuo, puede traer la tan necesaria confianza frente al fingimiento en el que vivimos todos. Los engaños de nada sirven, pues la realidad siempre termina saliendo a la luz, esto es un axioma, y por ello la política de la ocultación de la verdad, del engaño, y tanta estrategia barata no trae más consecuencias que los lodos en los que nos encontramos en este momento. Unos principios y valores fuertes, de los que tanto oímos en discursos, pero puestos en la práctica son el activo más ventajoso para una buena economía y una política efectiva y saludable. No en vano, en la sinceridad siempre se encuentra la solución para generar una relación de confianza. Esta nueva filosofía supondrá evidentemente la desaparición de personajes que a estas alturas no son reciclables, como es el caso de los Zapateros y Rajoy, pero a la larga tendrá efectos muy sanos para el común de los mortales, y en este caso la que importa, como siempre, es la mayoría. Por cierto, esta filosofía, para el que no lo haya entendido, se basa en el humanismo cristiano, nada nuevo bajo el sol, todas las recetas están escritas tiempo ha.

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